Friday, February 02, 2007

PENSAMIENTOS ONÍRICOS (QUINTA Y ÚLTIMA ENTREGA)

*Ahora sí puntual la quinta y última entrega, jaja, al menos al final!!!*
Casi en un santiamén le fue alcanzado un vaso de vidrio con dos hielos, en el cual aparentemente había whisky y Salvador tenía otro igual. Comenzaron a charlar tranquilamente y una vez más le cuestionó si aún no recordaba nada, respondiendo la chica que en verdad no recordaba qué había pasado, pero le agradecía todo lo que estaba haciendo por ella.

Después de soltar tremenda carcajada, vació el vaso de whisky en su boca de un gran trago y regresándolo, escuchándose el tintineo de los hielos, lo posó sobre la mesa. Se limpió los labios con un pañuelo blanco que sacó de la bolsa izquierda del pantalón y lo aventó, cayendo al lado del vaso. Mientras tanto, ella le dio un ligero trago al vaso, como expresando miedo.

El licenciado Salvador Duarte, que tenía toda la intención de ayudar a Sofía en su infortunio se puso de pie, metió las manos en las bolsas y la miró por un instante sin expresión alguna, ella solamente le veía como en espera de que dijera algo.

Nuevamente Duarte se rió ruidosamente y se llevó una mano a la barbilla, acariciándosela. La cara de la joven Rivas era de desconcierto. Se dirigió hacia ella diciéndole “sabes una cosa, ya me harté”, “¿De qué me habla señor?”, respondió en tono incierto.

“Me he portado muy buena gente contigo, te he traído a mi casa, te ofrezco mi ayuda y tú no respondes a esto, y sabes qué, yo no soy ningún primo y nunca nadie me ha hecho parecerlo, tú no vas a ser la primera”. Se hundió en el sillón en el que estaba sentada, aterrada por el cambio de actitud de quien hasta hace unos minutos, parecía toda bondad.

Continuó Salvador mientras avanzaba hasta donde ella “...ya fue suficiente de que finjas, conmigo no intentes hacerte la mosquita muerta”. Se abalanzó sobre ella e intentó besarla, ella se esforzaba por quitárselo de encima, mientras él le arrancó los botones de la blusa y siguió tratando de besarla bruscamente.

De pronto, el vaso que tenía aún en la mano, lo estrelló en la cara de Salvador, golpeándolo en el ojo derecho, el que comenzó a sangrar y se desvaneció cayendo a un costado de la mesa de centro. Corrió inmediatamente a la puerta, pero no pudo salir debido a que se necesitaba la misma tarjeta con la que se abría la puerta.

Fue a donde estaba tirado y revisó sus bolsillos, encontrándola en el derecho. De nuevo se dirigió a la puerta y consiguió abrirla. Bajó por el elevador y para salir tuvo que inventarle al portero que tenía una urgencia y que había dejado al licenciado Duarte en su departamento. El portero la dejó salir y comenzó a correr por la calle sin rumbo fijo.

Mientras corría iba pensando “maldita sea, quisiera olvidar esto que viví. Por favor Dios mío, que olvide esto, por favor, así como olvidé todo lo anterior, quisiera olvidar esto”.

Corrió aproximadamente cinco minutos, vio un centro comercial y entró en este, llorando y agotada por el esfuerzo que hizo al tratar de quitarse a Duarte y por correr tan a prisa.

Entró a este centro comercial, se sentó en una banca y después de llorar por un largo rato, repitió que quería olvidarse de todo, no quería recordar nada, miró su reloj, que marcaba las 6:35pm, es decir, poco más de dos horas desde que se despertó en aquél parque cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás.

Despertó en el centro comercial, Sofía efectivamente no recordaba nada, no sabía cómo es que había llegado ahí, ni quién era.

Miró su reloj, eran las 7:25pm. Pidió ayuda a dos extraños que pasaban con una bolsa de palomitas, tal vez salían del cine de la plaza, pero tales personas no le hicieron caso.

Se acercó un hombre de traje azul, aparentemente de unos 33 años, se veía amigable. Se acercó a la joven que se podía apreciar, estaba en problemas. “¿Te puedo ayudar en algo?”, la chica lo observó y le pareció familiar, pero era imposible, ya que no recordaba nada.

El hombre, con un parche en el ojo derecho, preguntó una vez más, a lo que Sofía respondió que sí, que no recordaba nada. Él, con buenas intenciones, le dijo, “ven conmigo, te ayudaré, no puedes estar aquí” y se puso de pie, la tomó del brazo y se fueron caminando hasta desaparecerse un poco más allá de la salida del centro comercial.


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El gerente, la mesera, Salvador y el médico con el que tenía convenio el restaurante trataban de reanimar a la joven Sofía. Después de los esfuerzos, que a decir del gerente fueron bastantes (este tipo era una persona muy exagerada) y como el médico recién llegaba, analizó la situación y dijo lo contrario, que no había ninguna complicación, únicamente se trataba de un ligero desmayo y que con descanso se podría reponer la paciente.

El reloj del restaurante, marcaba las 4:15pm, es decir, la joven se “ausentó” únicamente por tres minutos y el médico no tardó tanto en llegar al lugar, por lo que representa una buena elección.

Al momento en que esos ojos color miel, que en ese momento estaban totalmente diferentes a los de hacía unos momentos, lograron abrir sus puertas y dieron paso a las figuras y formas del mundo real, la primera imagen que pudo percibir fue la del médico guardando sus instrumentos en el maletín negro que cargaba y quitándose el estetoscopio con un gesto de molestia, como si hubiera sido en vano su visita . Miró a las demás personas como si fuera un desfile y vio a Raquel, la mesera que le había atendido, mantenía el mismo gesto que siempre; al gerente, que llevaba puesto un traje gris y aquél gafete que decía su nombre y más abajo “¡Estoy para servirle!”, un poco despeinado y finalmente miró al Licenciado Salvador Duarte, con cara de extrañeza, miedo, terror y sin entender en ese instante y tal vez nunca sabrán ni Sofía ni Salvador realmente qué fue lo que pasó.
*Esta historia llega a su fin, espero les haya gustado y agradezco sus valiosos comentarios e invito a quien aún no ha comentado, que pueden hacerlo directamente a mi mail, dando click en el "sobrecito". Gracias!!!*

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