Tuesday, November 28, 2006

PENSAMIENTOS ONÍRICOS

Sofía se encuentra en un conocido y lujoso lugar que le recomendó su compañera de cuarto, un restaurante de la ciudad de México, lugar a donde llegó de su natal San Luis Potosí en busca de una oportunidad laboral como modelo, su pasión.

Ha tomado algunos cursos y ha leído en revistas de este tipo algunos consejos que podrían ayudarle. Confía mucho en obtener algo pronto, es una joven bella, de esa belleza que no se encuentra en las grandes ciudades, belleza provinciana, sin esa carga de estrés que agobie su rostro, el cual es hasta cierto punto, puro y rosado, haciendo contraste con el negro de su cabello alargado hasta 10 cm. debajo de los hombros y el color miel de sus grandes ojos, sin olvidar la finura un poco exagerada de la nariz. Todo esto en conjunto produciría armonía si no fuera (según Sofía) por el lunar en la mejilla, que a decir de ella misma, si pudiera se operaría para eliminarlo, tal vez todo lo contrario de lo que un hombre pensaría.

Vino a este lugar porque, según Esther, su compañera de cuarto, posiblemente aquí podría encontrar a alguien que la ayudara a conseguir una oportunidad. De unos 25 años aproximadamente, una blusa color blanco abotonada hasta la altura del busto, pantalón kaki y unos cómodos tenis en color camel, parecen hacerla sentir muy fresca.

Ordena algo ligero a la mesera que se acerca y pregunta “¿qué va a ordenar?”, cuyo uniforme color rosa muy tenue con blanco, contrasta con la dureza de su cara (así le parece a Sofía); únicamente quiere refrescarse un poco y pide una limonada con hielos, mientras hojea una de esas tantas revistas que disfrutaba demasiado al lado de sus amigas, quienes tenían los mismos anhelos que ella y a quienes de vez en cuando llama para saber de ellas y contarles lo “extraña”, según la chica, que es la gente en la ciudad, nada comparado, también según ella, con la gente potosina, quien dice, se distingue por su amabilidad.

La mesera (Raquel), cuyo nombre puede leerse en el gafete negro con letras blancas le trae su orden servida en un vaso de vidrio grande con el nombre del restaurante grabado en el mismo y un popote envuelto en papel con publicidad de aquél lugar. Sofía rompe el papel que cubría al popote y lo introduce en la limonada, después de agitar un poco la bebida y de que los cubos de hielo hicieran un poco de ruido al tintinear con el vidrio del vaso, comienza a darle pequeños sorbos al popote, agradece a Raquel (quien hace algunas anotaciones en una libreta pequeña) con una sonrisa, esperando recibir como respuesta otra igual, tal como se acostumbra en su estado natal (casi en todo el interior de la República Mexicana) pero esta vez, la mesera, un poco mal encarada, se limita a “se le ofrece algo más”, para después de recibir una respuesta negativa, irse con un aire de indiferencia, “…y apenas empieza mi turno” pensó, justamente cuando el reloj blanco con números grandes y negros, al igual que las manecillas, que adornaba una de las paredes color salmón recién pintadas para dar una mejor imagen a los clientes del restaurante marcaban las 4:05 pm.


*Estaré publicando fragmentos de un guión literario que escribí y que serán consecutivos por semana (para que le agarren el hilo)*

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